lunes, 29 de junio de 2009

…y se quedó callada. Para ser sincera, un torbellino de pensamientos contradictorios andaba girando por su cabeza. Pero se quedó callada. No sabía ni qué contestarse a sí misma, como para intentar verbalizar algo coherente y adecuado… ¿adecuado? Siempre pendiente de no dar un paso en falso, de no enseñar más de lo necesario. Permaneció tumbada, escuchando esa música que la ponía tan y tan triste pero que le encantaba. Le gustaba sentirse desgarrada por dentro por la voz de el. Y seguía distante, agigantada, loca, con el recuerdo de su olvido dentro, pesándose en el alma su naufragio, agarrándose, hundiéndose, en un espeso mar de cielos grises. Nada. Que no se puede decir nada. Quería decir que eso, que lo otro, que a veces sucede que el mundo se complica, se amarga, y ya no sirve nada. Ni hablar de soledad, de insomnio, de locura, ni lamentar a voces el corazón de rana que uno tiene en el pecho. No se puede decir nada ni tanto. Llevaba días pensando en qué decir, en cómo decirlo pero siempre llegaba al mismo sitio. No se puede decir nada ni tanto. Así que se quedó callada.

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